Se le partió la horquilla de la bicicleta y, conforme al reglamento de la época, tuvo que repararla personalmente, operación en la que invirtió algo más de una hora. Se da la circunstancia de que ya le había sucedido lo mismo en el Tour de 1913, entonces en el Tourmalet. Al principio recuerdo que se hacía rarísimo y hasta un punto ridículo ver ese carrusel de logos, tipografías y colores, alguno de ellos le sentaba a las franjas rojas y blancas de la camiseta como un patada en el estómago.